24 de julio de 2014

La formación de un erotómano




Nacido en 1921, Berlanga vivió la época de la Guerra Civil durante la adolescencia, y siempre repetía lo mismo, un poco provocador: “Para mí la guerra, como dice Radiguet en El diablo en el cuerpo, fueron unas largas vacaciones”. Como ni siquiera asistía a clases, Berlanga se dedicaba a leer libros robados para entretenerse. Un libro al que pudo acceder en esos años de iniciación diablesca fue Psychopathia Sexualis, de Richard von Krafft-Ebing. Y fue para el imberbe valenciano una suerte de revelación instantánea. Tanto que muchos años después, en 2000, reeditaría una traducción del libro de Krafft-Ebing al que le dedicaría un prólogo con sus recuerdos de aquellas vacaciones como delincuente juvenil y erotómano precoz. “Leyendo Psychopathia Sexualis creí reconocer algunas de mis aficiones, por lo demás nada desarrolladas o muy poco, y me extrañó no compartir otras. Había modalidades que ni siquiera sabía que existían, o cuya filiación erótica desconocía: lluvia dorada, enemas, coprofilia, gerontofilia... Otras, en cambio, como el exhibicionismo y las relaciones con los animales, me parecían más comunes. Muchas de esas aficiones o fijaciones se han convertido hoy en especialidades eróticas, y existen publicaciones, videos y páginas de Internet para sus adeptos. Pero entonces, cuando yo leí el libro, nada de esto existía”.




Como al Reinaldo Arenas de Antes Que Anochezca, al haberse criado en ambientes rurales no le parecía extraña la zoofilia en la que insiste Krafft-Ebing en su compilación de parafilias, que antes que un libro científico es una serie de relatos fascinantes, con descripciones de alto nivel literario, por algunas de las zonas más creativas de la sexualidad. Y, justamente, en esa identificación temprana con las parafilias de Krafft-Ebing, Berlanga creó su propio territorio erótico, pero también, como señala, lo relacionó con una forma de puesta en escena cinematográfica. Y allí, tal vez, no sólo haya leído por primera vez sobre ciertos placeres que luego iba a reescribir a través de algunas de sus películas, como Tamaño natural (1974), sino que también hubiese conocido la palabra austro-húngaro, porque fue dentro de ese estado donde el psiquiatra y sexólogo se instaló y publicó su libro en pleno apogeo imperial. De hecho, es en el prólogo de Psychopathia Sexualis donde Berlanga usa la expresión “austro-húngaro” seriamente, fuera del contexto disparatado de sus comedias. Krafft-Ebing es célebre, entre otros hechos, por crear las categorías sadomasoquismo y sadismo para describir ciertas prácticas sexuales, y Berlanga lo homenajeó, en cierto sentido, al crear en 1977, en el inmediato post-franquismo, la colección La Sonrisa Vertical, una apuesta a editar literatura erótica que incluyó entre su catálogo las obras del Marqués de Sade y de Leopold von Sacher-Masoch.

(Diego Trerotola)



[De los procelosos infiernos de Charlus & Jupien a las tranquilas aguas ultramarinas, a la espera de conseguir una mejor edición (y sobre todo, completa), del Psychopathia Sexualis]

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